1 sept 2010
Rey Pila
Rey Pila
(OCESA Seitrack / Sony, 2010)
Por Uriel Waizel
Al recorrer la historia de los años 2000 en la música Indie de México, el álbum debut (y despedida) de Los Dynamite, irónicamente titulado Greatest Hits surge de inmediato como uno de los trabajos más completos y descriptivos de la época. Fue en 2006 que el proyecto fronteado por el melenudo Diego Solórzano compitió codo a codo en las radios del Distrito Federal, al sonar en Ibero 90.9 o Reactor 105 a la par de las bandas anglo que escribieron la historia de la década: Interpol, The Strokes y Killers. Bajo la excelente producción de Paco Huidobro, Los Dynamite grabaron canciones perfectamente logradas como “TV”, “Katatonic” y “Ready Ready”; que si bien no crecieron hasta convertirse en himnos generacionales, serán recordadas por captar el sonido de la década, en su versión mexicana.
Cual supernova de champaña, la carrera de Los Dynamite fue intensa y explosiva: Entre 2006 y 2009, peinaron el mapa de venues del D.F., hicieron todos los tours posibles y le abrieron a cuanto acto internacional se pudo. Incluso fueron a dar a los Estados Unidos en pequeñas pero significativas giras que los hicieron tocar en foros de Austin, Chicago o Nueva York. Viajes, entrevistas, managers, cambios de alineación, contratos, patrocinios… truene.
Diego Solórzano no es el tipo de persona que busca la fama o la exposición bajo los cánones del “rockero”. Entre la curiosidad y la timidez, el hijo adolescente del periodista Javier Solórzano comenzó a hacer clicks, beats y atmósferas bajo el pseudónimo de Babún, en 2001 (Recuerdo cómo se paseaba por las oficinas de Radioactivo 98.5 en Prado Sur -mientras su padre hacía el noticiero en el piso de arriba, en Imagen 90.5- en busca de aprobación, Diego mostraba las maquetas a quien le tuviera paciencia: definitivamente había ideas musicales en bruto.)
Algunos de sus tracks y mixes aparecieron en las primeras compilaciones que lanzara Noiselab, ya como sello, en ese mismo año. A la par del 9/11, vino la nueva ola neoyorquina y fue tiempo de guardar las tornamesas, para sacar los amplis: Diego, en sus tempranos veintes, sorprendió a varios con sus demos de canciones que sonaban a Joy Division o Interpol, con regaños nasales que extrañamente remitían a Mark E. Smith, el misterioso vagabundo al frente de The Fall, banda punk de culto originaria de Manchester.
El chico sabía hacer música y sólo necesitaba de mentores que lo encaminaran para confeccionar canciones terminadas: Paco Huidobro (Fobia) fue quien lo produjo, aportándole un sonido de bajos contundentes, programaciones post-disco/new wave y ganchos perfectamente memorables; Héctor Mijangos lo abrazó de nuevo en Noiselab para lanzar Greatest Hits en 2007 y de pronto, Diego estaba en los reflectores, ante la sorpresa de la crítica, sin que él mismo hiciera alarde de su fama; más bien, el jóven Solórzano se probaba a sí mismo su amplio potencial. Y en el camino, dejaba boquiabierta a la crítica, a la par de destacar entre el esteril boom de bandas independientes contemporáneas.
Sin ahondar en las causas que hicieron de Los Dynamite un fuego fatuo (habría que hacer una entrevista a fondo con Diego, para conocer dichos motivos que hoys ólo son rumores acerca de las tranzas y novatadas en el inestable universo del Indie nacional), Solórzano desapareció de la escena, en una especie de autoexilio y regresa en este 2010, cual hijo pródigo, reinventado y con un proyecto solista como estandarte de la nobleza: El Príncipe de Solórzano se autoproclama Rey Pila.
¿A dónde se refugió en este sabático? Estuvo en uno de los epicentros para su inspiración, lugar donde ocurrió el movimiento musical que dio bases a Los Dynamite: Nueva York (Para ser más precisos, Willamsburg, en Brooklyn). Solórzano estuvo más de un año bajo la tutela de Paul Majahan: Wizard de estudio, artifice de gran parte del sonido neoyorquino al estar detrás de proyectos como los Yeah Yeah Yeahs, Liars, The National y TV on the Radio (Junto con Dave Sitek, Majahan ganó un Grammy por la producción de Fever to Tell, de los Yeahs). Hay que saber con quién juntarse. Y hay que ganarse el respeto de los grandes: así como lo hacía en los pasillos de Radioactivo, pero en la difícil escala de la Gran Manzana.
Rey Pila no se parece en nada a Los Dynamite. Adios al estridente sonido post-punk dosmilero; y venga un extraño y agradable híbrido que suena al primer Soda Stereo -con un aplomo nocturno, de neón- mezclado con los mejores trucos de Bloc Party, The Killers (¡la parte respetable de éstos!) y sobre todo, un falsete vocal que asemeja al de Tunde Adebimpe, de TV on the Radio. Tal parece que Solórzano y Mahajan se pusieron de acuerdo para elegir los recursos y materiales que el productor conoce y domina en su propio estudio, para ponerlos al servicio de esta grabación. El resultado: demasiado bueno para ser real. 10 cortes estupendamente logrados que suenan a muchas cosas conocidas, y al mismo tiempo, remiten a algo nuevo, inédito.
Incrédula como ha sido la crítica desde las primeras maquetas y demos de Diego, las impresiones generales de quienes han escuchado “No. 114” y “No Longer Fun”, los primeros sencillos de Rey Pila, ponen a tela de juicio cuánta es la aportación suya y cuánto, el porcentaje del productor. Sin embargo, a detalle, el álbum muestra un trabajo esmerado en secuencias, arreglos de guitarras, atmósferas de sintes y momentos con madera de hit, que hacen saber que esta música no es nada más un capricho de Diego Solórzano, confeccionado a la medida por Paul Majahan: Nuevamente, el músico dentro de Diego sale a relucir, para callar a los escépticos y reforzar su crédito como un jóven talento musical.
Con seis temas cantados en inglés y cuatro en español, el discurso de Rey Pila permanence indescrifrable, como el mismo Diego, quien suele ocultarse tras sus chinos y gafas oscuras. El hermetismo de sus letras (algunas coescritas por su padre, Javier Solórzano), adolesce del mismo mal de su generación: la negación a contra historias, dejándo sólo ambiguas polaroids emocionales que fallan en tocar el corazón de su generación con grandes discursos: Se intuye el hartazgo por la escena en “No Longer Fun”, la frustración tras la estafa de la industria en “Sordo” y la futilidad generacional en “Pictures on the Sun”, donde un coro de niños hace recordar a “Panic” de The Smiths.
Es un placer atestiguar el crecimiento musical de Diego Solórzano. Desde el house de alcoba, hasta la mímesis con los clásicos. ¡Larga vida a esta encarnación actual del autoproclamado Rey Pila! Y nos fascinará descubrir si debajo de esta capa, en siguientes aventuras y entregas, el príncipe puede blandir la espada como un rey.
1 Sordo
2 No Longer Fun
3 Grenades
4 Pictures Of The Sum
5 Gift
6 The Lost Art Of Crashing Cars
7 No. 114
8 Suspiria
9 Apollo
10 Our Project
Etiquetas: free cd, free music, reseña