8 nov 2008


ImageTerritorio Sonoro

por Sofía Provencio

Hoy, 8 de Noviembre, miles de fanáticos de bandas como Prodigy y 30 Seconds to Mars, entre otras, deberían de haberse dado cita en l Alameda Santa Fe para el festival Manifest. Sin embargo, éste ha quedado pospuesto.

Este año, en el ya famosa temporada de “Rocktoño” –ahora renombrada como “Rotoño”-, la cantidad de muestras superó las expectativas tanto de melómanos asiduos, así como del público en general. Sin embargo, la utopía del desarrollo exponencial de conciertos comienza a mostrar rasgaduras con una contrastante decadencia en el buffet sonoro: varios de los conciertos ya publicados como Foals, The Presets y el caso más sonado, el del festival Manifest, tuvieron que ser cancelados.

Si los artistas extranjeros se cotizan en dólares y la moneda sube, los promotores, quienes siguen ganando en pesos a través de las cuotas de los boletos, tienen dos opciones: o cobrar más o cancelar. No recurrir a alguna de las dos opciones puede provocar una pérdida seria en materia económica. En el caso del Manifest, el festival se vio mermado por la estrategia de OCESA, la cual encarece los talentos y divide al público; y al agregarle la recesión del dólar a la mezcla, es entendible que Banana (al igual que otras promotoras pequeñas), hayan sobrevivido el 2008 a gatas.

La baja preventa para un show es una de las principales causas por las que un promotor decide no ir adelante, ya que en apariencia, el público no tiene dinero para asistir. Algunos argumentan que pagar $600 por un festival es un precio alto. Pero entonces ¿por qué cancelar eventos como el Manifest y continuar con el concierto más caro del año? Éste, de manera evidente, será el de Madonna. Los boletos tenían un costo de hasta $3,980.00 MN ("tenían" debido a que están agotados desde hace meses).

Irónicamente, México se convierte en el nuevo Japón, a causa del fanatismo y las altas ofertas que los promotores hacen a los artistas para traerlos. Aquí la paga es buena, el público no es muy exigente y no olvidemos que el viaje para conocer las Pirámides sale gratis. Por ende los costos no son el problema. La situación radica en un público conformista que se ha transformado en algo similar a un niño consentido quien toma por hecho la oferta musical. Valoramos poco lo que presenciamos. La música está de moda, y para aquel público general que no asiste por un gusto musical, los festivales se han vuelto eventos sociales únicamente (es común que el pésimo sonido pase desapercibido, por ejemplo).

Es un escenario complejo –similar a la explosión de la burbuja de las .com al inicio del milenio-; el panorama para el 2009 resulta ambiguo. ¿Con una menor oferta de conciertos, valoraremos más un espectáculo individual? O al contrario ¿pagaremos lo doble, con tal de saciar el hambre por levantar un celular en medio de la muchedumbre?

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