21 ene 2009
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Merriweather Post Pavilion
Zoológico kinestético
Por: Guillermo Martínez de Velasco
(Domino Records, 2009)
En su origen, la palabra vanguardia era un término militar que se refería al grupo de soldados que marchaba delante del resto de las tropas para abrir el camino. Hoy en día es utilizado para describir los movimientos artísticos que rompen con los esquemas establecidos. Y es justo esta palabra con la que la crítica describe a Merriweather Post Pavilion, la octava producción de Animal Collective.
El origen de este conjunto no es de un carácter atípico: De hecho, los cuatro integrantes, David Portner, Noah Lenoxx, Josh Dibb y Brian Weitz (mejor conocidos como: Avey Tare, Panda Bear, Deakin y Geologist) se conocieron de alguna forma u otra en la escuela y comenzaron a hacer música, como lo han hecho y harán la gran mayoría de las bandas. Sin embargo, el sonido de este colectivo es único y cautivador. Mezcla elementos del dream-pop y la psicodelia con percusiones tribales –el mismo hecho de llamarse Animal Collective les da un carácter animista- y música electrónica, todo dentro de un marco de misticismo.
Merriweather Post Pavilion, fue nombrado por un pabellón en Columbia, Maryland, del mismo nombre, diseñado por Frank Gehry. Una tarjeta incluida con la versión en vinyl de este disco explica el por qué del nombre:
“Merriweather Post Pavilion es un pabellón de música al aire libre en un lugar llamado Symphony Woods en Columbia, Maryland. Fue diseñado por el arquitecto Frank Gehry en los años sesenta y se han celebrado conciertos ahí desde 1967 hasta la actualidad. Solíamos ir a conciertos ahí mientras crecíamos y tenemos buenos recuerdos de nuestros tiempos pasados en el pasto. Desde que hemos tocado juntos, tanto en Animal Collective como en los años anteriores, hemos tratado de hacer música que merezca una experiencia de audición al aire libre tan sorprendente. Como un nombre y como un lugar, Merriweather Post Pavilion Representa esto para nosotros.”
Se trata de un álbum de texturas que a pesar de salir al mercado tan sólo seis días después del año nuevo, ya se puede considerar entre los mejores discos del 2009.
“In The Flowers” es el nombre del primer track, que comienza con una grabación que suena como un tren que se aproxima acompañado por efectos sonoros de una película de ciencia ficción de los cincuenta. Esta bizarra mezcla de sonidos da paso a una guitarra arrulladora y unos aplausos infantiles acompañados por la cálida voz de Panda Bear, el vocalista. La canción crece lentamente hasta adquirir un carácter barroco y de hipnosis; un track oscila entre el dream-pop y el frenesí de un trance kinéstetico.
El disco continúa con “My Girls”, una canción más animada que la pasada. Ésta contiene más aplausos y una melodía de sintetizador que bien podría haber salido del laboratorio de Sébastien Téllier -es decir, un sonido electrónico repetitivo con elementos del French Touch-. A pesar de su carácter electrónico, el colectivo no puede catalogarse como música electrónica y evoca más un sentido de maquinaria orgánica que la vanguardia de esta banda anticipa.
Para la mitad del álbum, es evidente que su propósito es adentrar al escucha en un mundo fantástico (en el sentido original de la palabra) dentro del cual sólo rige una estructura básica humana -la tribal-, que se refleja en la misma estructura de la banda: un colectivo. Es justo este atributo que le da a la música su carácter universal. En la época del hombre desvinculado y desensibilizado de su entorno, estos chamanes postmodernos crean una regresión en el escucha (en el sentido freudiano, es decir, un mecanismo de defensa que crea una reversión temporal del ego a una etapa más temprana del desarrollo, en vez de confrontar estímulos desagradables de una manera adulta).
El discurso de Merriweather Post Pavilion no propone un nuevo orden social como el de la década de años sesenta, sino una diferente manera de plantear los mismos problemas con los que hemos lidiado históricamente.
Al usar innumerables capas de sonido y unos riffs que recuerdan a la música de un carnaval estereotípico -acompañados de la característica voz fantasmal de Panda Bear-, canciones como “Daily Routine” apoyan esta teoría de una felicidad trágica, una felicidad a pesar de en lugar de a causa de.
El disco finaliza con la canción “Brothersport” que tiene unas capas de voces reminiscentes a los coros de música sudafricana, acompañados de un ya característico sintetizador hipnotizante y un ululeo repetitivo. A diferencia del resto de Merriweather Post Pavillion, esta canción tiene un sonido mucho más optimista que, no obstante sus momentáneas percusiones mecánicas, nos da una expectativa preferible a la de los Klaxons y su sombría visión del armagedón maya en el 2012.
Animal Collective lleva una carrera de casi una década durante la cual han recibido un modesto seguimiento de culto a causa de sus características innovadoras y de vanguardia. Es el tipo de conjunto que, como un buen libro o taza de café, es un gusto adquirido y no es para cualquiera. Sin embargo, una vez que se entiende el sabor de Animal Collective es difícil regresar a la música ordinaria sin sentir un inherente vacio.
Etiquetas: reseña
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