14 oct 2008


ImageFriendly Fires
Friendly Fires
XL Recordings, 2008

http://www.myspace.com/friendlyfires

www.wearefriendlyfires.com

por Malfi

Si la banda usaba ropa ajustada, era Indie; si los escandalosos riffs de guitarra abstraían un corazón roto a medio invierno, era Indie; si había un inexplicable sólo de sintetizador a medio sencillo era Indie; si la voz del vocalista era más grave que el bajo era Indie; si el conjunto baterista-guitarrista-bajista-cantante confiaba ciegamente en el conteo de visitas de MySpace, lanzaban lados-B antes de pisar un foro de entrevistas, Justice o Dim Mak les hacían remixes y se rotaban entre festivales ‘eco-friendly’, era Indie.


La obsesión por la formalización del término Indie, va en declive. A principios del 2007, todo lo ‘alternativo’ era Indie. Aquellas personas obsesionadas con una estricta reglamentación en su vestimenta y por el contenido de sus reproductores de MP3, tenían finalmente un club secreto al que no pertenecían los oficinistas ni sus contemporáneos adictos al bronceado Pop.

De repente, ser independiente era más importante que ser escolarizado o demócrata. A quien no conociera la existencia de Interpol, no se le consideraba un miembro válido de la sociedad. Y es hasta finales de este 2008, cuando lo Indie ya respira con angustia. Gracias a este collage auditivo que se originó por la mezcla de The Strokes, The Rapture, Klaxons y Bloc Party, puede salir a la luz un álbum que pasó por varias etapas de creación durante dos años y bien podría ser resguardado bajo la tutela de Duran Duran. Con su disco homónimo, Friendly Fires reestablece que lo independiente no es sinónimo de neón ni guitarras enardecidas y logra caer como pieza de rompecabezas en el Indie-pop. Hipsters, escondan a sus hijos, pues un nuevo subgénero está arrasando.

Es un común acuerdo que “el que juega con fuego se quema”, y en bastantes ocasiones jugamos con éste sin problema alguno. Así es el sonido Friendly Fires, una especie de candente encapsulamiento de un pop masculino, sin endulzantes ni arcoiris; un simple pop que marina los sentidos, y libera endorfinas en la pista.

Friendly Fires es el debut de esta banda inglesa, pero probablemente su nombre ya es familiar, pues se dedicaron a lanzar una serie de lados B a lo largo del año pasado. No son de Sheffield, tampoco de Oxford, ni de Glastonbury. Pertenecen a una pequeña ciudad al sur de Inglaterra llamada Hertfordshire. Las más grandes sorpresas vienen de lugares pequeños, o por lo menos eso demuestra este cuarteto. Mezclando un shoegaze disfrutable, al lado de un cálido funk que apenas y se libra de los límites de la música Disco, o cualquiera de sus descendientes ochenteros.

Como primer corte está “Jump in the Pool”. Los primeros segundos de la canción prometen a otro Battles con influencias de Bat For Lashes, otro quimérico viaje por la psicodelia de un aburrido neón. Pero en el instante en que la voz de Ed Macfarlane llega a la melodía -junto a unas coquetas percusiones- el ambiente se cambia por completo y así se queda a lo largo del álbum. No hay momento, ni canción, para quedarse quieto o no dejarse llevar por los refinados coros.

Sobresalen “Paris” con su épico y melodioso pop de adultos o “White Diamonds” que mezcla la masculinización de Annie Lennox con la de Kylie Minogue. “Lovesick”, es un homenaje a bandas como A Flock of Seagulls, Duran Duran y A-Ha. Pero la mejor característica de Friendly Fires es que parece haber salido del DeLorean de Regreso al Futuro, con aires de grandeza. Sí, también Neon Neon viajó de 1985 al 2015 partiendo del presente, este 2008.

Lo que Friendly Fires regaló al Indie-pop es lo que Klaxons hizo por el nu-rave, los Arctic Monkeys para el Indie-rock, y Black Ghosts para el electroIndie. Aquellos que no estén acostumbrados a tantos elementos del aborrecido pop en las pistas de baile, comiencen a acostumbrarse, porque con los Friendly Fires no hay un claro fin a esta tendencia, que se dedica a amargar los días de algunos pero alimentará las perversiones nocturnas de otros. Entre apocalípticos e integrados, serán amigos de quienes se sepan integrar al sonido del final de la primera década del nuevo siglo, y enemigos de quienes prefieran quedarse en 1985.

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