20 ago 2008

ImageEl Universal / La Pared 16 agosto 08
Territorio Sonoro
por Zazil Collins

El iracundo Vodun es la potencia que se tradujo, para las regiones de occidente, en vudú, santería, shango, candomblé y dugu. Su “espíritu” es honrado por aquellos descendientes y seguidores de los dahomeyanos que, aunque bautizados por la colonización, adaptaron sus prácticas religiosas en formas tan sorprendentes que, hoy día, sobreviven y se han instalado con fuerza en los escenarios artísticos. Las músicas con las que se les honran son lideradas por gurús, cuyos cantos, percusiones y bailes los conectan con los dioses, para pedir por el alma de vivos y muertos.
Buraka Som Sistema (lanza este año Black Diamond, con colaboraciones de M.I.A., MC Sabrosa y más) es una agrupación angoleña-portuguesa, considerada como una banda de techno brega, beat de los sonideros cariocas, que ejecuta la música de los barrios de Angola: el kuduro (“culo duro”), mezcla del zouk y el calypso de los rara —carnavales haitianos—, junto al flow y una gama de sintetizadores dispuestos para inyectar bríos a la tradición.

El kuduro destella por las líneas de baile tomadas del trance zombi del vudú, el dance-hall, la samba angoleña y el culiou o punta garífuna, donde debe moverse el culo, tal como un conocido coro de Illya Kuryaki insta. Cabe afirmar que las coreografías de Michael Jackson —“Thriller”, “Dangerous”— están retroalimentadas por este baile; incluso Tony Amado, músico kudurista, cita a Jean-Claude Van Damme como un personaje inspirador. Tanto occidente influye los ritmos de África, como extrae raíces; lo evidente es que las anclas del kuduro o el “clown walk”, entre otros, son los bailes sacros de los esclavos. Un ejemplo: el “crip walk”, con su paso en “v”, recuerda las crípticas figuras geométricas vévé del vudú.

La capacidad de suspensión de los ejecutantes del kuduro simula los ritos de posesión de los sacerdotes vudú, que encarnan la figura de los gedé, genios de la muerte, cuyos compases lascivos se unen con miradas extraviadas y ojos en blanco, cercanos a los que Jean Rouch captó en el filme Los maestros locos, donde se muestra una ceremonia con babeantes y espasmódicos personajes que representan los tipos sociales occidentales que los han colonizado.

Las secuencias de la danza despliegan habilidades teatrales, con movimientos corporales que dotan al cuerpo de autonomía. Así, lo primario —imitando el reptar de la serpiente— genera acciones en un nivel superior, técnico y simbólico: quienes bailan se distienden para acoger los espíritus.

El kuduro es un baile de iniciación y resistencia (su efervescencia viene luego de la guerra civil en Angola); por tanto, la música frenética y fecunda de Buraka Som Sistema embruja con su premisa constante: de entre los muertos, levántate y baila. No es casual que haya invadido las pistas europeas.

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