17 jun 2010




Tengo que reconocer que lo pensé seriamente. Me lo imaginaba con una claridad alucinante. Y es que por algún tiempo estuve aterrado con el que quizá sea el experimento más grande jamás hecho por la Humanidad desde el dueto Rocio Durcal -Juan Gabriel: el Gran Colisionador de Partículas.




Pero no estaba acojonado por ningún estudio científico que hubiera visto, ni siquiera por un rumor o alguna idiotez que alguien me hubiera contado que le habían contado. Lo que me aculonaba eran todas aquellas averías. Porque yo trasladaba el tema a mi pequeño mundo. Lo comparaba con esas mañanas en las que me levanto, me pongo frente a la compu a escribir y contínuamente me equivoco de teclas, o sea, que de mis dedos salen cosas como: “sinoque comtigunente m equioco de tevla”. Automáticamente sé que ese día no escribiré nada que valga la pena. Y entonces, si estás construyendo una máquina con un presupuesto multimillonario y se te jode por cosas como que un pájaro deje caer una miga de pan sobre una de las piezas, eso no es una buena señal. Yo al menos me daría una vuelta para despejarme.


Y bueno, de vez en cuando me acordaba, me ponía a darle vueltas y con el paso de los días mis pensamientos se convirtieron en una película de catástrofes rollo Hollywood que iba más o menos así. Pensaba primero en el crack en Ginebra. Un temblor en los segundos en los que el agujero negro se formaba, las miradas entre los científicos, el tirón creciente que estos comenzarían a sentir en cada una de sus células (sentir cómo una fuerza intergaláctica tira DE CADA UNA DE TUS CELULAS) y luego Suiza y Francia que desaparecen como un flan absorbido por un gordo en un concurso de absorción de flanes que ya nunca se iba a volver a celebrar.


Y luego me imaginaba a mí en Barcelona. No sé por qué siempre estaba mirando desde mucha altura, una vista de puta madre, vamos. Y de repente veía como el horizonte se arrugaba y el mar se levantaba y también yo. Y todos juntos, confundidos en una especie de guacamole de paradas de autobús, dinero, bibliotecas, perritos, basura y literalmente todo lo demás, nos íbamos volando a nuestro nuevo hogar, Suiza/Agujero negro/Materia oscura.
Y luego ya nada. Como al final de Los Soprano.Quizá con el tiempo habría otro Big Bang…


Pero claro, luego arreglaron la historia esa de la miga de pan y enchufaron el cacharro. Y los días han ido pasando, los protones colisionando y las facturas llegando. Y ya no tengo miedo. Veo otras amenazas, como el disco nuevo de La Unión y mierdas así.



Además encontré un libro. Y nada da mucho miedo si lo puedes tener en casa en forma de libro Pop-up.








JUANJO VILLALBA

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