9 mar 2010


Por Vélez


1984 es un número importante en la cultura universal. Este número dio nombre a obras importantes como: la novela de George Orwell que profetiza una “distopía” al que parecemos acercarnos día con día, así como una canción del inmortal David Bowie inspirada en la misma novela. 1984 también da nombre al disco de Van Halen donde se encuentra el legendario solo de guitarra en su canción “Jump” y fue el año cuando el grupo Alphaville develó “Forever Young”, sencillo que ha marcado a generaciones de adolescentes preocupados por nimiedades.

Desafortunadamente, uno de los adolescentes más llorones en la historia sigue sin escuchar “Forever Young”, ese mocoso chillón es la industria discográfica. A pesar de su “dinosáurico” alcance y sus múltiples décadas de existencia, la industria discográfica demuestra la misma madurez que los pre-púberes que no saben ni prender un cigarrillo. Ante una crisis económica mundial, precedida por una debacle en la venta de discos, las disqueras no han hecho más que berrear. Al enfrentarse a la hecatombe de su negocio, las disqueras han preferido culpar a la gente que descarga discos de internet, a los responsables de crear grandes innovaciones tecnológicas como BitTorrent y a muchos más; han culpado menos a los avaros que trabajan en su industria.

¿De dónde sale el dinero para pagar una ceremonia tan aparatosa como los Grammys? Es un hecho que los cabecillas de las disqueras trasnacionales no desembolsan millones de sus dólares para que todos veamos en nuestros televisores como algún tipejo recibe un premio porque su patrón pago una buena “payola” para que su canción fuera un éxito; el privilegio de ver los Grammys y más eventos tan falsos como los senos de Sabrina Sabrok, lo pagan los pocos que compran discos sin importar los precios desmedidos e injustificables.

La industria discográfica debería escuchar a Alphaville cuando pregunta “¿Quieres vivir para siempre, siempre, siempre…?” en “Forever Young”. Si esta industria sigue con su esquema de negocios que parece sacado del año 1984 y su afán de vigilarnos como el Big Brother de Orwell con iniciativas como ACTA, lo único que va a conseguir es desaparecer como la reputación de Van Halen. Hay quienes creen que la desaparición de las disqueras sería benéfica para todos, sin embargo no es así. Sin las grandes disqueras la disponibilidad física de discos en las tiendas, así como las facilidades para lograr que una banda de un concierto en nuestro país serían menores; parece que si la industria discográfica no logra adaptarse a un nuevo contexto los únicos afectados seguirán siendo los consumidores.

Escucha estas editoriales todos los miércoles y sábados a través de Delicatessen a las 10:00 hrs por Ibero 90.9

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